domingo, 30 de agosto de 2009

Algunas vez escribí por tí...

Digo, ¿a quién no le ha sucedido?
Te encuentras inspirado por aquella razón que promueve tus emociones hasta el punto de escribir o describir lo que tu cuerpo quiere expresar por medio de lo más primitivo, las sensaciones a través de los sentidos. Entonces te dispones a tomar la pluma y comienzas a escribir, aún cuando sabes que no eres diestro en la redacción y que tu léxico es para la vida cotidiana, no así a la vida poética. Tomas la pluma y comienzas simplemente con aquello como te viene a la mente, sigues y la tinta desvanece cualquier duda, pruebas unas palabras tras las otras y compruebas tu emociones plasmadas; sonríes e imaginas que cada letra es un sí, un gracias, un beso, una caricia, un mirada, un recíproco o una noche. Terminas y te dispones a entregar lo que acabas de hacer, pero ¡oh, cielos! tienes que preguntarle a alguien si lo que acabas de escribir es lo bastante agradable para otros y preguntas exactamente a la persona menos indicada para eso: tu amigo el insensible, aquel con el cual se te ocurre salir de parranda las noches en las cuales podrías darle tiempo al corazón. Pues terminas afligido(claro, gracias a su perfecta incapacidad emocional y su gran egocentrismo te responde con un hermosísimo: ¡no m4m32!¡no seas cursi!¡mejor cómprale algo!) y sin saber si entregar o no tu pasión y tus emociones plasmados en papel te quedas sólo con los sueños.

Bueno, no a todos les pasa así, otras personas entregan sus creaciones, y de todo pasa: sucexos exitosos, matrimonios, agradecimientos, niños de compromiso, etc. Al final es una cuestión de tamaños y sinceridad.

Por eso me decido a dejarles un toquecito de aquello que prefiero, la persona a la cual lo dediqué en ese entonces sabrá lo que quiero decir, otros se identificaran conmigo y algunos otros me criticaran por su falta de (pant...) principios emocionales.

Por mi ceguera de tus labios.


Una vez más el tiempo, las palabras y tu aliento;

el cincel, el labial, el mordisco y la fisura;

la pista, el signo y mi locura;

el impulso y la razón;

tú, yo y el eco;

insolubles y superpuestos.


Si al proferir el pensamiento con miradas lastimase tu deseo, beligérame con tus mortales hojas, extingue mis lores y olvida la clemencia; pues quiero saber cuánto me amas”.


Tengo encima a la realidad y en el sueño tus besos; puedo caer y levantarme, girar y volar, todo en las noches que soy contigo. Y aún cuando el sueño se pierda y respire nuevamente, en mi mente estarás.


Dices lastimarme, cuando el miedo en tus labios siento y no sé, algo, tal vez tu mirada y los recuerdos de aquellos tiempos cuando el amor se convirtió en una prisión; ignoras el detalle y pierdo la traza del juego; te alejas y arrojo mi conciencia a la cámara de los jueces del olvido. ¡No me lastimas! por eso puedo amar tus puntos vulnerables, comprender el oleaje de tus sentimientos, acechar el fuego de tu corazón, derrumbar lo estantes de la soledad, explotar mi humanidad y vivir en la gracia de tus sensaciones, aún cuando no abras la puerta a la felicidad, yo seguiré pensando en ti.


Tu eres mi ITZEL, siempre...

Il Tuo Zaffiro È Libertà..

Adeler Siciliano Navarra

jueves, 27 de agosto de 2009

Pues aunque no me creas!!!

¿Cuántas veces no hemos preguntado sobre la simpleza del amor?
¿Es realmente complicado como se tiende a pensar?
¿Son las palabras sólo un conglomerado de letras con significado autónomo? o ¿son parte de un mecanismo que formula y produce químicos de alto grado de adicción en el cuerpo?

Hace poco veía en algún recóndito lugar en internet un pequeño documental sobre lo que producen las emociones en el cuerpo, para no ser extensos analizaban lo químicos que produce el cerebro al recibir determinados estímulos, como lo son al momento de besar a una persona, al momento de escuchar algo romántico y todo ese tipo de cosas que provocan lo que no sotros conocemos como estímulos amorosos, sólo que visto desde la mirada de los científicos.

¡Qué cosas! ¿no?

Si bien no soy un experto en química orgánica, logré deducir entonces que las palabras pueden producir choques electroquímicos dentro del cerebro, con lo cual es probable que nuestras reacciones ante determinadas situaciones esten directamente relacionadas con el metabolismo de los individuos.
Es por eso que me agrada el hecho de recibir estímulos positivos, ya que si recibo estímulos negativos, lo único que lograría sería acabar poco a poco con mi cerebro o probablemente volverlo adicto a recibir químicos que produzcan negatividad, como sucede con algunos sujetos cascarrabias y amargados.

Il Tuo Zaffiro È Libertà... Hasta Pronto